Elementos para el debate sobre la minería informal en el país
Escribe: José De Echave / CooperAcción
El acuerdo logrado el pasado 22 de agosto entre el gobierno y las organizaciones de mineros informales, ha provocado una ola de críticas desde diferentes sectores que perciben que el Ejecutivo vuelve a ceder frente a un sector que no desea entrar a un real proceso de formalización.
Representantes del gobierno han señalado que las interdicciones no se han suspendido y que los plazos definitivos tampoco han sido prorrogados, aunque sí se reconoce que algunos plazos intermedios han sido modificados.
Al margen de la especificidad de los acuerdos logrados y si los plazos han sido ampliados o no, lo cierto es que existe la sensación de que el proceso de formalización no logra consolidarse y los diferentes sectores del Estado no se presentan articulados para hacer frente a la problemática.
A continuación planteamos algunos elementos para el análisis:
- Al margen de no contar con cifras oficiales, la realidad muestra que tanto el número de mineros como los ámbitos geográficos donde se ubica esta actividad, han venido aumentando. Hasta hace poco, se hablaba principalmente de cuatro zonas: Sur Medio (Ica, norte de Arequipa y la provincia de Lucanas en Ayacucho), Madre de Dios, Puno y La Libertad. En la actualidad el mapa de la minería informal se ha ampliado drásticamente y hoy en día en la práctica no hay región en el país que no registre este tipo de actividad, tanto en la Amazonía, la Sierra y la Costa.
- No hay que perder de vista que durante casi una década, este sector de la minería peruana también se ha beneficiado de los precios altos de los minerales, principalmente del oro. Esto ha permitido un proceso de acumulación sin precedentes y un mayor poder económico de grupos de mineros en varias regiones. Los casos del clan Baca-Casas en Madre de Dios o el de la familia Torres Carcaso en Puno, son solamente algunos ejemplos del creciente poder económico de los clanes consolidados que operan en la minería informal.
Se hace necesaria una respuesta articulada frente a un fenómeno de envergadura. No hay respuestas ni soluciones sencillas frente a un problema de la dimensión alcanzada por la minería informal.
También se hace necesario construir, a partir del diálogo, una verdadera base social para el impulso del plan de acción. Poblaciones afectadas por esta actividad, mineros dispuestos a formalizarse y las mejores experiencias de productores mineros, son la base social que debe ser incorporada plenamente a la implementación del plan de acción. En paralelo se debe monitorear los avances del plan de acción e informar con la mayor transparencia sobre los avances y los problemas que se enfrenten.
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Artículo publicado originalmente en CooperAcción
Foto: The Guardian
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