Cine y Memoria: El conflicto armado a través de tres películas
Por Esteban Valle-Riestra (@Esteman1) y Jorge Luis Valdez (@LBHobsbawm)
"Los campesinos increparon a los policías por los malos tratos que recibían, pero sobre todo reclamaban por la intervención de esa noche, en plena celebración matrimonial de dos jóvenes de la comunidad. Los policías detuvieron a los campesinos, fueron trasladados a una quebrada cercana y fueron acribillados a sangre fría. Murieron más de 30 campesinos, pero hubo sobrevivientes que fueron testigos privilegiados de la tragedia."
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Esta narración representa dos momentos del imaginario de la crisis de violencia que el Perú vivió desde 1980. El primero es la matanza de Soccos (13 de noviembre 1983) en Ayacucho, donde un grupo de miembros de la ex Guardia Civil ejecutó arbitrariamente a 32 campesinos y luego a los testigos del hecho. El segundo es el argumento de 'La boca del lobo' de Francisco Lombardi, estrenado en 1988; uno de los filmes más vistos y reconocidos del cine peruano.
Así como 'La boca del lobo' se basa en hechos reales para construir la ficción de su argumento, otros filmes paradigmáticos como 'Alias La Gringa' (1991) de Alberto “Chicho” Durant o 'El rincón de los inocentes' (por estrenar) de Palito Ortega también se apoyan en hechos reales y documentados. Durante más de veinte años, el conflicto armado interno vivido en el Perú ha sido –y sigue siendo- una de las fuentes argumentales más importantes de nuestra filmografía.
Es imposible negar que el arte cinematográfico es un testimonio de la sociedad de su tiempo, que en sus argumentos están plasmados los miedos, anhelos y estereotipos de una sociedad, es decir, las mentalidades de época. Es por ello que con el pasar de los años esos filmes se convierten en documentos históricos, vestigios de época, sin perder por ello su calidad cinematográfica y su capacidad como medio pedagógico para enseñar historia contemporánea.
¿Cómo son los imaginarios que presentan estos filmes? ¿son imaginarios intencionales?, es decir ¿construidos por los realizadores desde el argumento de modo explícito? El retrato de los policías o de los campesinos de 'La boca del lobo' responde a las investigaciones realizadas por sus guionistas, entre ellos Augusto Cabada, quien estuvo en la zona de emergencia para conocer una versión del conflicto: la de los combatientes. Sin embargo, la construcción de los senderistas en el filme es la más compleja; ellos son retratados desde la ausencia, la amenaza constante y el misterio.
En 'Alias La Gringa' esta imagen de Sendero Luminoso cambia, pues con el transcurso del tiempo se logra conocer más a sus miembros a partir de la experiencia de las cárceles y el análisis académico de su ideología. De ese modo son mostrados como radicales, fanáticos y violentistas.
En muchos de los filmes de Ortega, como 'Sangre Inocente' (2000), 'El rincón de los inocentes' o 'La casa rosada' (en producción), el retrato de los actores cambia de enfoque. En estos casos la narración se construye desde la perspectiva del poblador de Huamanga que vive en medio de una guerra sucia desatada, siendo una expresión de las experiencias que Ortega vivió en esos años.
Con el pasar de los años, esos imaginarios de época que vemos en los filmes han ido conformando y complementando los recuerdos que tenemos sobre el conflicto, de la memoria personal y colectiva sobre la violencia. En ellos vemos el fanatismo dogmático y violentista de Sendero Luminoso, la estrategia contrasubversiva fallida de las fuerzas del orden durante los ochentas, y la violencia exacerbada que sufren las víctimas civiles durante el conflicto; todo ello imposible de negar a la luz de los vestigios e investigaciones realizadas en las últimas décadas.
Habría que revisar con más detenimiento lo que ya se conoce como cine del post-conflicto, centrado más en las secuelas psicológicas y sociales de la violencia. Así, filmes notables como 'Días de Santiago' (2004) de Josué Méndez, o 'La teta asustada' (2009) de Claudia Llosa, reflejan los cuestionamientos a una sociedad en su afán por superar sus traumas, que ha decidido olvidar a sus víctimas, y que en su búsqueda de responsables ha olvidado que en un conflicto como el que hemos vivido, pocos –por no decir ninguno- están al margen del horror.